No sé cómo he podido estar tanto tiempo sin pasar por aquí... Bueno, en realidad sí que lo se.
Los niños se van haciendo mayores, empiezan a opinar sobre lo que quieren llevar, hay veces en las que consigues salirte con la tuya y otras en las que tienes que ceder a pesar de que lo que a tí te gustaría que eligieran no coincide con lo que eligen tus hijos. En fin, que al final se visten ellos con su propia personalidad y sus propios gustos, te gusten o no.
Ahí te das cuenta de que ha llegado el momento de despedirte de esas tiendas de ropa infantil que te encantan, pero en las que sigues entrando y eligiendo mentalmente lo que comprarías...
Tengo que confesaros, que aunque mis hijos son ya adolescentes sigo entrando en Nanos e imaginando lo que elegiría si mis hijos fuesen bebés. Su primera puesta, los primeros meses, un bautizo, los primeros años... no lo puedo evitar.
¿A vosotras también os pasa lo mismo??
En fin, que sólo pasaba por aquí para decir que no sólo echo de menos esas visitas a Nanos, Gocco, La casita de Penélope (ya desaparecida) y otras tantas pequeñas boutiques con preciosidades para nuestros niños, muchas de ellas ya cerradas para siempre porque no han resistido la brutal competencia de las grandes superficies dedicadas a la "fast fashion", moda efímera y por lo general de calidad más que cuestionable.
Extraño buscar por cientos de tiendas online el perfecto outfit para esa ocasión especial... Aunque confieso que sigo entrando en la web de Mi Canesú y otras tantas aunque no tenga a quién vestir con sus prendas...
También echo de menos mis mañanas haciendo fotos a las prendas, buscando la mejor luz y la mejor perspectiva para que las fotografías queden perfectas en la siguiente entrada en el blog.
Y he de reconocer que ha sido una época de mi vida que la he disfrutado mucho. Ha sido muy gratificante, a pesar de que mucha gente no entendía que vendiera la ropa de mis hijos en una época en la que no existía Wallapop, ni Vinted, ni prácticamente ninguna plataforma de venta de segunda mano. Cuando lo comentaba la gente me miraba raro y no entendía qué necesidad tenía de hacer algo así. Y la verdad es que no era necesidad, es un ejercicio de aprender a desprenderse, de darle otra vida a algo que de otra manera lo guardarías en un trastero o lo tirarías al contenedor; porque no tienes a nadie en tu entorno al que compartirle tus pequeños tesoros comprados con tanto mimo.
Pertenezco a ese grupo de madres que comenzamos a vender la ropa de nuestros hijos, esas pequeñas joyas (para nosotras) que se quedaban nuevas porque los niños crecen muy rápido. Ahora lo pienso y creo que fuimos unas visionarias!!
Ahora sólo me queda despedirme. Pero no es un adiós, es un hasta luego.